El otro día comprobé una cosa curiosa en el parque estaban unos niños jugando a las peonzas, eran pocos. Dos o tres. Al otro lado del parque estaba un grupo de unos diez sin perder detalle de lo que ocurría al otro lado de la pantalla del móvil. Y jolín, me dio rabia. Porque yo recuerdo con mucho cariño mi infancia en la que, junto a los amigos, jugábamos a un montón de juegos clásicos. Unos juegos que luego me han servido para tener una serie de valores que ahora quiero trasmitir a mi hija.
Por eso, hoy quiero hacer un alegato por los juegos de toda la vida. Y quiero decir que van a volver, porque somos muchos los padres de la generación EGB que queremos que no se pierdan estos juegos que tan felices nos hacen. Vamos a hacer un repaso por estos clásicos.
Chapas
Las chapas eran mis favoritas. Bien para jugar a ciclismo o para jugar al fútbol. Era toda una liturgia. Primero había que acudir al bar de confianza del barrio para que nos dejará coger de la basura las mejores chapas. Buscábamos las más originales y las que estuvieran más rectas. Y así comenzamos. Si era para ciclismo, en mi caso nos pillábamos dos ciclistas y hacíamos el maillot. Si era de fútbol pues necesitábamos más tiempo porque había que hacer toda una plantilla de casi 16 jugadores. Recuerdo que en mi pueblo hacíamos una Liga con más de diez participantes. Teníamos una manta verde que servía de campo de fútbol y el balón, al principio era un garbanzo, y posteriormente fue una bola de anís. En el caso de ciclismo molaba porque hacíamos recorridos y circuitos con subidas y bajadas en el parque con arena. Molaba mucho.
Peonzas
Era otro clásico de los veranos en mi pueblo y de los recreos en el colegio. Eso sí, en este caso no se me daba nada bien. Pero recuerdo que en mi clase había auténticos especialistas de esto. Estaba Paco, un chaval de los que ahora se llaman frikys, que tenía un montón de peonzas. Incluso de diferentes colores y hasta una cosa luz. Molaba ver cómo eran las puntas. Podían ser redondas o de punta, en este caso se llamaba de dragón. Y ojo, porque esta moda vuelve a tomar las calles.
Coches teledirigidos
En este caso a este juego no se podía jugar en el patio del colegio porque no me permitían ir con ellos a la escuela, pero es cierto que los coches teledirigidos me flipan. Soy un enamorado desde que era un crío. Hasta el punto de que ahora todavía sigo coleccionando. Eso sí, nada tienen que ver los de ahora con los de antes. En Model Tronic puedes echar un vistazo a los últimos modelos y te vas a quedar con la boca abierta porque ahora vienen muy bien equipados. El último que me he comprado es un 4×4, con batería LIPO 6S 2X 11.1V 5000mAh 35C. Emisora de 4 canales en 2.4Ghz de largo alcance sin interferencias. Lo que se viene a decir un ‘pepinazo’ de 640 euros. Viene equipado con faros, luces de techo y luces traseras simuladas. La verdad es que es mi capricho.
El balón prisionero
Se divide un campo en dos y cada equipo se coloca en una de las zonas, con un jugador de cada lado que va a la línea de fondo (cementerio), quien se salva al llegar el primer «muerto». El equipo que tiene el balón debe lanzarlo sin botes para darle a un jugador del equipo contrario, quien se va al cementerio. Así hasta que estén «muertos» todos los jugadores de un equipo.
Juegos clásicos
Dejamos los coches y nos pasamos a otros juegos que no pueden faltar, y eso son los clásicos como el pilla-pilla, el escondite, el tres marinos en el mar o el burro. Y es que eran muy divertidos. El que más cariño guardo es el de tres marinos en el mar, por una cosa muy curiosa. Se forman dos grupos de 6 o 7 niños/as cada uno. Uno grupo se esconde y el otro lo busca. Antes de empezar a buscar a los jugadores escondidos, los que lo están deben decir “3 marineros a la mar” y el otro le responde “y otros tres a navegar” y comienza la búsqueda. Era un hit del verano en mi pueblo, y como curiosidad, y por eso me gusta tanto, fue durante este juego cuando me dieron mi primero beso. Jo, qué recuerdos.
Se ha perdido el jugar en la calle, como tal vez muchos padres hemos jugado de pequeños, pero creo que es importante enseñarles a nuestros hijos que jugar al aire libre. Por eso, abogo por ello. Lo vamos a conseguir.